miércoles, 30 de noviembre de 2011

Abominable inocencia



Tarsus,arbites con 30 años de servicio llegó al lugar. Otro día más en uno de los sectores industriales de la colmena Sibellus. Llevaba tantos años haciendo el mismo trabajo, preguntar, amenazar y su esto fallaba, ejecutar.Tanto tiempo que en ocasiones bromeaba para si sobre que su propia empatía estaba al nivel de los sacerdotes de Marte que pululaban por toda la colmena preocupándose solo por el buen funcionamiento de la maquinaria.Solo la maquinaria.
Según el informe un grupo de pandilleros estaban atacando un puesto de embarque de trabajadores de las minas y manufactorums.
El protocolo,el de siempre,eliminar cualquier amenaza hacia su propia persona y asegurar la zona hasta que llegaran los refuerzos.Lo había hecho decenas de veces,al fin y al cabo el trabajo de un arbitres designado a la subcolmena consistía en eso,imponer las reglas a un montón de indeseables que solo conocen la autoridad de una escopeta.Iba perfectamente preparado para la situación,el arma, la munición y el blindaje. Solo otro día más.
Pero para lo que vió en ese sucio callejón no estaba preparado.
Junto a lo que calculó serían los cuerpos de unos 10 trabajadores estaban también 4 pandilleros gritando agónicamente.A uno le sangraban las cuencas de los ojos y los oídos mientras golpeaba su cabeza contra la esquina de uno de los asientos del módulo de transporte.Otros dos estaban vivos,aunque en un coma total.El último sufría convulsiones mientras se ahogaba en sus propios vómitos. Decididamente esto no era algo que se viera todos los días.

El arbites hizo acopio de su valor y hecho un vistazo a los pandilleros.Eran de miembros de los "Mentales".
Había oído rumores sobre una pandilla de psíquicos de baja intensidad y sus intentos por tomar las calles de la subcolmena. Mutantes guapos les había llamado despectivamente su compañero de oficina, una molestia más a la espera de una purga eclesiarcal. Tarsus nunca fue de esa opinión, un mutante por muy "normal" que pareciese era un peligro y estos eran abiertamente hostiles a la sacrosanta ley de la colmena.
Sus anteriores actividades habían dejado un buen número de victimas.Los pobres alfeñiques que tenía delante de él no parecían tan peligrosos. Guardó su arma y echó un vistazo a su chrono,los refuerzos no tardarían más de 10 minutos en llegar.
Sacó su identificación y se dirigió al vagón de trabajadores.No tuvo ni que entrar para ver algo tan o más inquietante que lo que había presenciado fuera. No sabía que era pero algo no estaba bien.
Todos los supervivientes estaban agazapados en las esquinas del habitáculo.Lo que más le sorprendió es que sus caras no mostraban miedo sino un asco,una náusea instintiva,casi animal y todas esas miradas se dirigían al fondo del vagón.
Con cautela se acercó e iluminó con su lumen a aquel rincón oscuro.El haz de luz no tardó en mostrar a un joven de no más de 12 años.Su pelo se enmarañaba en una descuidada melena corta y parecía desnutrido,llevaba puesto un mono propio de los aprendices de minas. Entonces cuando dió un paso adelante,fue cuando sintió la náusea.Era algo más que asco,notó la sensación de estar delante de algo antinatural, una aberración.Tuvo que sacar toda su voluntad para no desenfundar su arma reglamentaria y disparar a aquel niño.Consiguió contenerse.
Se acercó al muchacho y lo que vió le puso el poco vello de su cabeza de punta.No es que el niño fuera aberrante físicamente(había visto cientos de veces mutantes de todas las edades),era algo en su mirada.Sus ojos no tenían brillo,no mostraban ni miedo, ni ganas de vivir,nada.Era como ver a los ojos de un muerto.

Cuando llegaron los refuerzos Tarsus dirigió el traslado de los supervivientes,mientras otros arbites se ocupaban de recoger los cuerpos.Los pandilleros tuvieron que ser trasladados a instalaciones médicas en espera de su testimonio.Con toda seguridad serían ejecutados pero a todos los expertos que estaban en la escena les sorprendió el estado de los delincuentes.
Justo cuando todo estaba tranquilo,cuando se fueron la mayoría de los cuerpos de seguridad llegó un pequeño vehículo.Era un carruaje neumático,un modelo propio de la nobleza pero de colores oscuros y formas muy sutiles.
De este salieron dos hombres y una mujer.Los hombres tenían un aspecto bastante peculiar.El más alto y fuerte mostraba rasgos y cicatrices propias de un mercenario o un soldado veterano.El otro individuo era más bajo.Lucía un corte de pelo propia de las bandas de pandilleros y tatuajes.Sin embargo transmitía una sensación de disciplina impropia de las bandas.
La mujer era harina de otro trigo.Sus rasgos,su mirada serena pero penetrante y su ropa ceñida a su cuerpo y de buena calidad transmitían un halo de autoridad que se imponía a sus compañeros.
No tuvo que pedirles identificación alguna, antes de que pudiera,la mujer sacó un visado inquisitorial.Aquella mujer trabajaba para un inquisidor y Tarsus no quería tener problemas con una organización capaz de eliminar planetas enteros.
La mujer se presentó y pidió que la llevaran junto al niño. El viejo arbites señaló al vagón,aquel joven no se había movido ni un ápice del rincón oscuro donde lo encontró.
Los tres individuos se dirigieron al vehículo.No tardaron más de 5 minutos en volver a emerger de la oscuridad del transporte.Junto a ellos,el extraño joven caminaba escoltado.Le habían puesto un collar con extrañas luces y runas al cuello.
La mujer dirigió una mirada al viejo arbitrador y con una entereza digna del más cruel y frío comisario dijo:
-"Le aconsejo que descanse unos días agente,mi maestro preparará su ascenso a una zona más segura.Sobre lo que ha pasado hoy aquí,usted no sabe nada,no vió nada y ni usted ni yo hemos tenido esta conversación.¿Ha entendido?-
La forma cortante en que se dirigió aquella joven le heló la sangre de tal modo que solo fue capaz de asentir con la cabeza.El siniestro grupo y el niño se metieron en el vehículo en el que habían llegado.
Tarsus espero a que el vehículo se perdiera en el laberinto de calles de la colmena para relajarse un poco.Sacó su bolsa de tabaco y rellenó una vieja pipa que siempre lo acompañaba en sus breves momentos de paz y descanso, esta vez se daría un pequeño homenaje, lo necesitaba.El silencio en aquella calle era sepulcral, como si toda la vida de un sector industrial( que no es precisamente poca pensó) se hubiera desvanecido de golpe. No le gustaba estar o sentirse tan solo,estaba asustado y aliviado a la vez.Sintió sin embargo una sensación aún más extraña.Una parte de su mente sentía pena por el funesto destino que aquel niño posiblemente correría. Por otra parte algo en su más oscuro interior se sintió aliviado de tener a aquel "extraño" lo más lejos posible.
El trayecto hasta su garita era de una hora,ese turno Tarsus,arbites con 30 años de servicio lo cubrió en la mitad de tiempo. Nunca fue un hombre con prisas, nunca hasta esa noche.

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